Hay libros que, más que enseñarte algo nuevo, te recuerdan lo que ya sabías pero habías dejado de escuchar. Así me pasó recientemente con “El monje que vendió su Ferrari”, una lectura que —aunque sencilla en su forma— tiene la capacidad de tocar fibras profundas, especialmente para quienes llevamos años atrapados en el vértigo del “éxito profesional”.

No es que cuente verdades reveladoras. Es más bien cómo las cuenta. A través de una historia ligera, te enfrenta con preguntas incómodas sobre tu forma de vivir, trabajar, decidir… y sobre los motivos que realmente te están moviendo.
Y es ahí donde me vi reflejado.
La adicción al rendimiento: un mal silencioso
Quienes trabajamos en tecnología (y en muchas otras disciplinas intensas), sabemos lo fácil que es convertirse en un «resuelve-todo». Esa persona que nunca dice que no, que siempre está disponible, que responde rápido, que se exige más que nadie. Y que, sin darse cuenta, se va vaciando por dentro.
Nos entrenamos para resolver problemas, escalar resultados, cumplir objetivos… pero pocas veces nos detenemos a cuestionar el “para qué” de todo eso. Seguimos adelante porque así es la vida moderna. Porque toca. Porque se espera de nosotros.
Hasta que, de pronto, el cuerpo, la mente o alguna circunstancia externa te pone frente a una verdad incómoda: no puedes seguir así para siempre.
Lecciones que vale la pena recordar (antes de que sea tarde)
Lo que me dejó esta lectura no fueron fórmulas ni consejos mágicos. Fue algo más esencial: una serie de recordatorios que, en la carrera por cumplir con todo, muchas veces dejamos de lado. Ideas simples, pero poderosas, que vale la pena tener siempre a la vista:
- Cultivar la mente. Porque el ruido externo no se calla solo, y es necesario crear espacios para pensar, no solo para ejecutar.
- Plantearse objetivos de vida propios. Que respondan a lo que uno realmente quiere, no a lo que otros esperan o al guion profesional que toca seguir.
- Bajar la velocidad. Porque ir más lento no significa ser menos eficiente. A veces es justamente eso lo que permite avanzar de forma más consciente, más sólida, más humana.
- Hacer lo mejor posible por el simple hecho de hacerlo bien. No por los aplausos, sino por el valor del proceso en sí.
- Pensar en el colectivo. Que nuestras acciones también sumen al entorno, y no estén únicamente al servicio de metas individuales o recompensas materiales.
- Cuidar el cuerpo. Porque es absurdo sacrificar la salud en nombre del éxito, cuando sabemos que ni con todos los logros se puede recuperar una salud perdida.
Un llamado a reconectar con lo esencial
A veces no hace falta vivir una crisis para darse cuenta de que es momento de parar, reflexionar y ajustar. Basta con escuchar. Leer. Respirar con atención. Atreverse a mirar más allá de los indicadores y de los reconocimientos.
Y en mi caso, esta lectura fue ese llamado.
Si tienes tiempo para un libro que no te da fórmulas, pero sí preguntas valiosas, te lo recomiendo. No porque lo necesites para aprender algo nuevo, sino porque quizás te ayude —como me ayudó a mí— a recordar lo importante.
