Acabo de terminar un libro que me ha dejado una marca profunda. Se trata de El líder que no tenía cargo (Autor: Robin Sharma), y aunque se presenta como una lectura ligera —una narrativa entre personajes ficticios en situaciones cotidianas— su contenido es todo menos superficial. Tiene una fuerza transformadora que, en mi opinión, lo hace fundamental no solo para el desarrollo individual, sino para el crecimiento de cualquier organización.

Es más, me atrevería a decir que este libro debería ser lectura obligada o, al menos, sus ideas formar parte del plan de formación que los departamentos de talento humano ofrecen a sus equipos. Porque habla de algo que hoy más que nunca necesitamos recordar: que todos, sin importar nuestro rol, somos responsables de cómo vivimos, cómo trabajamos y cómo impactamos a quienes nos rodean.
Estilo simple con un mensaje poderoso
Lo que hace que este libro funcione tan bien es su estilo. No se trata de un manual ni de un ensayo técnico. Es una historia contada a través de conversaciones, lo que lo hace muy fácil de leer. Pero detrás de cada diálogo, hay una invitación seria a repensar cómo nos estamos relacionando con la vida.
Me impresionó cómo, sin caer en fórmulas forzadas, el autor plantea una manera de vivir con propósito. Lo que empieza como una historia de superación, termina siendo una especie de receta para construir una vida que valga la pena —una vida que otros recuerden incluso después de nuestra partida.
La salud como punto de partida
Si comenzamos por el final de esa receta, hay un principio claro: cuidar tu salud física y emocional. No como una meta estética o de rendimiento, sino como un acto de respeto hacia ti mismo.
En el entorno cultural en el que crecí, el trabajo ocupa un lugar central. No es solo una fuente de ingresos; es una forma de pertenecer, de contribuir, de tener propósito. Por eso, cuando alguien pierde su empleo o no puede seguir trabajando, suele deteriorarse en muchos sentidos, incluso en lo emocional y físico.
Ese mensaje de comenzar el día temprano, y dedicar al menos una hora diaria a convertirte en una mejor versión de ti mismo, me pareció tan simple como potente. Es algo que ya vengo haciendo, y leerlo reforzó esa convicción. Prepararse mejor, formarse, moverse, respirar —todo suma cuando entiendes que liderarte a ti mismo empieza por cuidar lo que eres.
Liderar sin necesidad de un cargo
Otro punto que me marcó es este: no necesitamos un título ni un puesto formal para ser líderes. De hecho, el liderazgo más genuino empieza cuando dejamos de esperar instrucciones, y decidimos actuar con excelencia por decisión propia, no por imposición externa.
Cada uno de nosotros puede influir positivamente en su entorno. En el trabajo, en la familia, en la comunidad. Yo trato de hacerlo también a través de este blog. Es mi forma de compartir ideas que, ojalá, puedan servir a otros para reflexionar, cambiar o mejorar. No escribo desde una posición jerárquica, sino desde una convicción: que liderar también es compartir lo que uno aprende y vive.
El miedo al cambio como barrera natural
Uno de los aprendizajes que más resuena conmigo es el del miedo. No porque no lo haya escuchado antes, sino porque aquí se aborda desde un lugar muy humano. Todos tenemos miedo. Miedo al cambio, a lo desconocido, a fallar. Pero quedarnos en lo seguro, en lo cómodo, muchas veces nos impide vivir plenamente.
Salir de la zona de confort, explorar nuevas posibilidades, aprender cosas nuevas, asumir riesgos… todo eso da vértigo. Pero también es lo que permite crecer. Me he enfrentado a ese miedo en distintos momentos de mi vida profesional, y cada vez que lo he hecho, me he sentido más vivo, más completo, más preparado. A veces pienso que no hay frustración más amarga que esa que llega tarde, cuando ya no hay tiempo para intentar algo que en su momento no nos atrevimos a hacer.
Vivir con intención, no por recompensa
Algo que me dejó pensando es la idea de vivir con intención. No por premios. No por reconocimiento. No por dinero. Sino porque es la única forma de vivir en paz con uno mismo. La recompensa —si llega— será una consecuencia, pero no el motor.
Vivir así tiene un impacto inmediato en la salud, en la energía, en la actitud. Nos volvemos personas más íntegras, más productivas, más alegres. Y eso, curiosamente, también suele atraer el éxito. Pero repito: no se trata de buscar el éxito, sino de vivir de tal manera que, si llega, tenga sentido.
Lección aprendida:
Este libro me recordó algo que ya intuía: que la vida es demasiado valiosa como para vivirla esperando instrucciones. Que todos podemos y debemos ejercer liderazgo sobre nosotros mismos. Y que cuando lo hacemos, cuando decidimos vivir con intención, con coraje y con generosidad, nuestra vida cambia. Y cambia también la de quienes nos rodean.
No necesitas un cargo para liderar. Solo necesitas una decisión: la de ser tú quien guíe tu propia vida.
